En la madrugada

Cada vez que recorro las calles pronuncio, animado, tu nombre.
Aunque sé que jamás me nombraste en el modo que yo exclamé el tuyo,
Cuando el pájaro gris de la sombra me asedió y me dejó sin recuerdos.
Solo un canto de grillos urbanos acompaña a los seres perdidos
y la impávida luna asemeja una cara que enfática espía.

¿Qué nos queda después de los pasos que dejaron sus huellas de asfalto?
¿Y en la piedra en que silban las voces de las bocas marchitas al aire?
Cuanto diera la roca del alma por vencerse y ser rizo de arrope.
El acorde que intenso desgrana en el aire distantes baladas
desprendidas en cada fragmento, de emoción, en la errática herida
un sabor penetrante y perfecto que lacera la voz y la rasga.
Es hermoso pensar cuanto impuso el instinto en la pálida luz de la sombra.

Hubo un muro invisible y tangible, un discurso compuesto de cauces.
Un pequeño resquicio en la tapia que solo fue anhelo,
una culpa sin reos cautivos, un susurro que ajeno se espera,
Y un desgarro brutal en el pecho sobre un vaso de amargo alambique
que tan dulce licor resultaba como un trago de anís de tu copa.

Cuando el nervio despeja los sueños y destruye la mágica especie
te golpea la ruda existencia, lo real, lo que dicta lo justo
y no sirve de nada el lamento, solo un signo y un ronco letargo.
Ni te importa el decir de las gentes ni lindar con la ciega imprudencia,
Ni se escucha el motor que desgarra la noctámbula marcha del río,
al final como siempre y constante si precisas mi mano está abierta

Comentarios

ybris ha dicho que…
¡A lo Rubén Darío, también!
Eres genial Kike, genial.
Pasaron cosas, pasos, muros...
Pero dejaron huellas.
Seguro.

Abrazos.
Enrique Sabaté ha dicho que…
Rubén Darío me daría una colleja por estos versos.

Todo lo que nos concierne deja una huella.

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