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Mostrando entradas de octubre, 2009

Vestuarios

Vienes vestida de luna con ribetes de cereza, de abedul es tu corteza, eres el mar y la duna, tu mudable fortaleza esfera de tu fortuna. Llevas el candil de luto cuando toda tú eres luz, y madera de abenuz que no pagase tributo, no será nunca una cruz para mi cero absoluto. Fiebre sobre la almohada, altiva temperatura que, todos los males, cura. El filo de tu mirada es ardiente diablura íntimamente estimada. Nada descubre el lenguaje en pacatas convenciones, arcaicas obligaciones de enmarañado ramaje, garantes comprobaciones: no pasa de ser follaje. Cada oración eres tú: Dogma sin credo ni culto, austeridad en tumulto, arrebato de ambigú. Para mi condena, indulto, desenredado tabú. Severidad, sin remedio, me mata tu indiferencia. Mi hiperbólica insistencia sólo te produce tedio. En tu roja incandescencia sigue mi luna al asedio. Las torres viejas, linternas, agujas del escenario, -Armazón patibulario- Son fantasías eternas de este loco atrabiliario que tú sola desgobiernas.

Andanada de silencios

Ahora me pregunto, sin respuesta, apenas me examino, me cuestiono, sabiéndome enemigo, sin encono, disparo sobre mí, garfio y ballesta. Jamás supe sumar, todo fue resta, injusto me suspendo y abandono, no estoy en sintonía y desentono, es tanta la aflicción que ni molesta. Pereza que hibernase en plenilunio: atávica, celosa y mortecina rastrea en intersticios la simiente. La grama que tapice el infortunio de un árido planeta que elimina el número fecundo, indiferente.

Horizontes y sinfonías.

Imagen
Nocturnas aves cantoras, pautadas notas del cielo, alimentan los paisajes en la lira de los sueños. Determinan la apetencia furor, pasión y deseo, en un compás de intemperie son flores del firmamento. Juglares interesados en el fascinante anhelo de ser cuerda de laúd Idealizando el recuerdo. Avispas del malecón: ¿Cómo ruge un mar despierto que triturase ilusiones después de amasar luceros? La respuesta a esa pregunta: ¿una máquina de besos? -artificioso artilugio- que deja los labios secos. Truhanes de anticiclón no comentéis el silencio que se esconde en la neblina extraviada del tiempo. En las sinfónicas voces -prestos presagios de invierno- que ordenan las cicatrices perfectas del universo. Evocadas geografías en cada invisible verbo enseñan vuestra fatiga y su refugio en el verso. El horizonte es futuro, voraz y pluscuamperfecto, vestido de malva y verde de azafrán y cementerio. Entonad viejas gaviotas la estela de este velero, despierta, la singladura única de l