Tardes de domingo
arrugando versos
entre los rincones
de astrosos inventos,
entre cachivaches
y algunos recuerdos,
despiertas canciones
y agudos silencios.

Otoño en los ojos
que atraviesan sueños,
los dedos caminan
recitando quedos
coplas que en la nieve
escribe el invierno.

Van por las callejas
buscando de nuevo
un aire tan limpio
como de aguacero,
de risa y leyenda
o estúpidos celos.

Arpegios vivaces
en el arco, y lentos
como si anhelaran
un segundo eterno.

Su boca y sus manos
recitan eneros,
el compás que danzan
desvela un secreto.

El que dice al aire,
por no ahogarlo dentro,
tañendo el rabel,
el viejo coplero.

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