Décimas en soliloquio
Hablemos del bien y el mal:
nuestra vida se construye
-en el oficio que incluye
una urna de cristal
como razón principal-
en busca de un pensamiento
abrazado al sentimiento
del alma y su mecanismo.
Origen del solipsismo
que repetido frecuento.
Vuelvo, y todo se contiene,
superponiendo el lenguaje
como el único bagaje
que a mi relato conviene.
Es el metal que mantiene
mi escultura en el sujeto,
cual retorcido esqueleto,
en el laberinto abstracto;
mas sigo y no me retracto
al perseguir lo concreto.
En el edificio estable,
monolítico y rocoso,
se torna el poder odioso
oculto su lado amable.
Una curva variable
en el límite tangente
de mi círculo, insurgente,
desclasado, proletario,
libérrimo, presidiario,
de ideales indigente.
¿Dónde habita la decencia?
¿y el nivel? ¿qué nos iguala?
En realidad…. me resbala
su renombrada excelencia.
Sólo un fuego sin clemencia
-mi reflexión inaudita
que extraña me delimita
en el espectro sinóptico-
transmite por cable óptico
su trayectoria infinita.
El rayo que en el espacio
reproduce el caso cuántico;
un mantra de luz, un cántico,
que a un punto llega y despacio
retorna a mi ser. Reacio
me muestro en el craso error,
procesado con ardor,
en clave experimental
de la pasión animal
en mi ingrávido interior.
Comentarios
La mataron por la espalda.
Saludos.
Y por cierto, a mi también me resbala la excelencia de la decencia...
Besos
Gracias y bezos, te deseo mucha suerte en tu blog y en tus actuaciones.