Romance oscuro.
Pobre de ti, triste y solo, con la sangre almidonada* y un cortejo en los ijares que desjarreta las ganas al filo de los cuchillos * cuajados sobre la espalda; sin saber dónde has de ir que en tantas puertas extrañas se cerraron los caminos con la nieve de las bardas, no esperes que los senderos para tus pasos se abran que no hay calor que te ampare ni consuelo en las palabras; tan solo el pájaro amargo al que da la muerte alas y pone cerco a tus torres en noche de llanto y agua * * y te hiere en lo más hondo con esas malditas armas, y levantan los cadalsos mientras blindan sus corazas con el miedo en las siluetas “dejando un rastro de lágrimas.” Relinchan sus pesadillas los caballos en las cuadras* y aúllan agujas de odio, moribundas amenazas, los gerifaltes antiguos que pintan negras las almas con el veneno en sus bocas y afónicas las gargantas, perjuros y blasfemando a quemarropa sus salvas en un rosario impotente sobre el crujir de las tablas de este suelo embrutecido que viene