La sonrisa del escorpión.
El gesto proclive a liar pitillos
en papel de estraza y otros consumibles.
La mueca perfecta sobre las escuetas e insomnes palabras;
su mímica suave es la ingrata forma de un rostro olvidado.
El círculo estrecha un galán de fuego por cada sonrisa
de metal molido y agujas de pino y alambre de cobre y veneno.
La caricatura de una ceremonia, fatal, repetida a través del ansia
que expresa, insensata, la opaca parodia de un negro capricho
al que nada escapa cuando está agitado su interés avaro.
La trama se cierra y el entretejido trapo de colores
encubre intenciones de aventar cadenas de hierro y escombro.
La llama envolvente apura el espanto, y el pánico agota,
y el dolor perturba todo el desaliento de sus pesadillas.
El orgullo impulsa a romper los frenos que el término impiden;
un mal alimenta dispuesto a estrujarse en tercas disputas.
¿Y si todo es falso? ¿si la nada es todo? ¿si algo descompones?
¿si aquello que duele sólo es una parte que se desvincula
de un único estilo? No olvido la risa que anida en la espada,
ni en los labios verdes de un cálido frío.
Comentarios
Desde luego nada alentador, me temo. Ninguna risa puede ser acogedora en el filo de una espada ni en los labios verdes del frío por muy cálido que se muestre.
Ojalá desaparezca el escorpión y se te quede sólo la sonrisa entre tus versos.
Un fuerte abrazo.
Al escorpión lo he de alejar yo de mis sensaciones, y estoy seguro de lograrlo, quizá se deba a mi necesidad de melancolía con la que todavía no he aprendido a convivir.
Muchas gracias.