Un soneto, a usted.

A tiempo y a compás y aun ritmo fijo
escribe en el espejo sobre el halo
que queda del aliento a un intervalo
de ayunos ¿y ahora qué? sólo un prefijo.

Un número incompleto, un revoltijo
de dígitos en fila y con escalo
y no deja de ser bueno ni malo
la vista que resuelva el acertijo.

La imagen ha de estar distorsionada
si vemos cada quien cosas distintas
y no la que suponen esperada.

 Lo mismo que si grabo en unas cintas
esta conversación que es para nada.
Me miro en su cristal ¡Tengo una pintas!

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