actos reflejos
He sentido en las voces del agua.
La extensa amalgama de líquenes verdes y rojos.
Una cesta llena de espíritus graves y adustos.
Un helecho seco que es casa de un grillo.
Una abeja torpe que no encontraría una flor en los prados.
He querido entender los presagios y las fauces grises
que muerden y matan y emergen del odio y la rabia.
He intentado saber y no había palabras ni voces ni espectros seguros de nada.
Cuando quise obtener las respuestas a cada pregunta todo era amenaza y verbos dudosos.
A cada silencio encontré que después de las balas le sigue el desgarro perfecto de la triste sombra.
Y sólo son niños que juegan con cohetes y bombas que arrancan las piernas y ciegan los ojos.
He sentido las voces del agua y los golpes de tos en la sangre, de fósforo y miedo en la boca terrosa y opaca, incapaz de entender tanto daño.
Y sus dioses siguen jugando a la guerra contando resecos chiquillos y el rencor que siembran con ira y metralla y el crimen oculto tras trampas contables y el dolor ajeno que también es propio y quedan los muertos, los que siempre mueren, las víctimas fáciles, las que nada cuentan.
He visto un lagarto a la luz de la luna silbando una rápida nota que los oídos no escuchan.
Pero estaban ellos los correveidiles del dólar y el euro, los que todo arreglan en nuevas franquicias de libre mercado.
La extensa amalgama de líquenes verdes y rojos.
Una cesta llena de espíritus graves y adustos.
Un helecho seco que es casa de un grillo.
Una abeja torpe que no encontraría una flor en los prados.
He querido entender los presagios y las fauces grises
que muerden y matan y emergen del odio y la rabia.
He intentado saber y no había palabras ni voces ni espectros seguros de nada.
Cuando quise obtener las respuestas a cada pregunta todo era amenaza y verbos dudosos.
A cada silencio encontré que después de las balas le sigue el desgarro perfecto de la triste sombra.
Y sólo son niños que juegan con cohetes y bombas que arrancan las piernas y ciegan los ojos.
He sentido las voces del agua y los golpes de tos en la sangre, de fósforo y miedo en la boca terrosa y opaca, incapaz de entender tanto daño.
Y sus dioses siguen jugando a la guerra contando resecos chiquillos y el rencor que siembran con ira y metralla y el crimen oculto tras trampas contables y el dolor ajeno que también es propio y quedan los muertos, los que siempre mueren, las víctimas fáciles, las que nada cuentan.
He visto un lagarto a la luz de la luna silbando una rápida nota que los oídos no escuchan.
Pero estaban ellos los correveidiles del dólar y el euro, los que todo arreglan en nuevas franquicias de libre mercado.
Comentarios
Me ha gustado muchísimo tu reflexión. Y tu personalísima forma de exponerla, Kike.
Un abrazo
Siempre te has manifestado atrevido y coherente, hablando de lo que realmente importa.
Un abrazo
Dioses jugando a la guerra.
Y al final los muertos. Los muertos fáciles.
Injusta e innecesariamente muertos.
Da rabia ¿verdad. Kike?
Un abrazo.