Estando la tarde triste sin vencejos, ni gaviotas, ni alborotos, ni pelotas de colores, ya no existe. Dijiste adiós y volviste tu extraña circunferencia. No es mi fuerte la paciencia, un fuego azul me consume, me distancia, y te resume en ruidos de indiferencia. ¿Cómo explicarnos entonces un pecado liberal? Sin ser inquisitorial. Fundidos en tales bronces confundirán nuestras onces sin que manquen sus despensas mal pretendidas ofensas tiranas a tu albedrío. Sé que es poco, más, tu brío mina es en sus defensas. Quizá, adoquín y ladrillo en hilera, como hormigas sorteando las ortigas. En tela de algodoncillo construyéndonos de autillo. Mientras seguimos mirando como el paso va dejando: rutinas, pactos y arreglos en tumulto, desarreglos. Y tú y yo de contrabando. Quise escribirte mi amor… Mis versos apresurados otra vez llegan cargados de rueca y devanador. Lanas de todo color Y silencios coautores, Cómplices, ex...