Vienes vestida de luna con ribetes de cereza, de abedul es tu corteza, eres el mar y la duna, tu mudable fortaleza esfera de tu fortuna. Llevas el candil de luto cuando toda tú eres luz, y madera de abenuz que no pagase tributo, no será nunca una cruz para mi cero absoluto. Fiebre sobre la almohada, altiva temperatura que, todos los males, cura. El filo de tu mirada es ardiente diablura íntimamente estimada. Nada descubre el lenguaje en pacatas convenciones, arcaicas obligaciones de enmarañado ramaje, garantes comprobaciones: no pasa de ser follaje. Cada oración eres tú: Dogma sin credo ni culto, austeridad en tumulto, arrebato de ambigú. Para mi condena, indulto, desenredado tabú. Severidad, sin remedio, me mata tu indiferencia. Mi hiperbólica insistencia sólo te produce tedio. En tu roja incandescencia sigue mi luna al asedio. Las torres viejas, linternas, agujas del escenario, -Armazón patibulario- Son fantasías eternas de este loco atrabiliario que tú sola desgobiernas.
Comentarios
Un abrazo, Carmen
Todavía la tierra es afanosa
Aunque corran viejos mitos
La aurora pinta golosa...
Saludos cordiales
Qué poco nos llaman la atención los amaneceres frente al éxito de su opuesto, el atardecer.
A ver si nos esforzamos: Amanece, que no es poco.
Más décimas.
Un abrazo
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Te sigo debiendo una caña. No he encontrado gran cosa sobre aquello que comentábamos...
Saludos a ti también Stella.
Son todas la auroras si al amanecer le cantan los que madrugan lo hacen de distinto modo que los que trasnochan. Amparo.
La luz es mentirosa con los primeros rayos de sol luego se evapora el rocío y todo se presenta tal cual. Francisco. Mejor contra menos haya más me puedo pasar sin que se note.
Un abrazo fuerte para ustedes.