Un café.
Las tardes en la taberna: En mi taza de café, las viejas mesas y sillas resecas como mi sed. Viejo cacharros entonan, entre la mugre de ayer, melódicas resonancias en el vals del anaquel. Gira la rueda y sus dientes ¿qué no han hecho por comer? Oxidados cachivaches de estaño y plomo su piel. Una lluvia silenciosa inunda, triste, la sien de un bebedor que se anima hablando con la pared. silenciados instrumentos destemplando un minué en la amarga partitura del bolero de Raquel. Un cubo de hoja de lata con vocación de sartén. Crucigrama amarillento que no intento resolver. El baúl de algún pirata, que nunca pisó un bajel, en pactos con el diablo, arrepentido después. Un músico diletante interpreta sin querer la sinfónica respuesta de su mudable interés. Un funcionario estresado del incesante vaivén medita, absorto, entre brumas etílicas sin cuartel. Radios que no sintonizan si no apático desdén...