Otro soneto en una tarde gris entusiasta.
Evoco mis tardes en tono pastel con cierta desgana de muñeca loca creyente de un mundo en que todo se toca y se legitima del rosa al papel. Es un ejercicio que eriza la piel desnuda en el aire al tiempo que invoca una letanía en su arpa de boca: El precio que paga por el carrusel. Prefiero las tardes de gris entusiasta sin más apariencias que me contrarresten en tapetes verdes de punto y canasta. Espero así mismo de quienes me presten sus tardes vacíen su fe iconoclasta de titiriteros y no se molesten.