La sonrisa del escorpión.

El gesto proclive a liar pitillos

en papel de estraza y otros consumibles.

La mueca perfecta sobre las escuetas e insomnes palabras;

su mímica suave es la ingrata forma de un rostro olvidado.

El círculo estrecha un galán de fuego por cada sonrisa

de metal molido y agujas de pino y alambre de cobre y veneno.

La caricatura de una ceremonia, fatal, repetida a través del ansia

que expresa, insensata, la opaca parodia de un negro capricho

al que nada escapa cuando está agitado su interés avaro.

La trama se cierra y el entretejido trapo de colores

encubre intenciones de aventar cadenas de hierro y escombro.

La llama envolvente apura el espanto, y el pánico agota,

y el dolor perturba todo el desaliento de sus pesadillas.

El orgullo impulsa a romper los frenos que el término impiden;

un mal alimenta dispuesto a estrujarse en tercas disputas.

¿Y si todo es falso? ¿si la nada es todo? ¿si algo descompones?

¿si aquello que duele sólo es una parte que se desvincula

de un único estilo? No olvido la risa que anida en la espada,

ni en los labios verdes de un cálido frío.

Comentarios

ybris ha dicho que…
Me pregunto qué extraña percepción o experiencia de las relaciones humanas puede hacerlas comparar con la sonrisa del escorpión enfrentado a su círculo de fuego.
Desde luego nada alentador, me temo. Ninguna risa puede ser acogedora en el filo de una espada ni en los labios verdes del frío por muy cálido que se muestre.
Ojalá desaparezca el escorpión y se te quede sólo la sonrisa entre tus versos.

Un fuerte abrazo.
Enrique Sabaté ha dicho que…
Amigo Ybris, siempre agradezco tus comentarios; resultan tan esclarecedores comparados con la oscuridad de mis versos. Nada deja de ser un ajuste de cuentas conmigo mismo. Siendo yo el más cruel de mis detractores.

Al escorpión lo he de alejar yo de mis sensaciones, y estoy seguro de lograrlo, quizá se deba a mi necesidad de melancolía con la que todavía no he aprendido a convivir.

Muchas gracias.

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