Ciudadano. A mí mismo.
La ciudad en la que habito tiene los cielos de teja roja y palomas zapadoras.
Las cigüeñas van y vienen por las rutas políticamente incorrectas y los gavilanes no encuentran el pomo de la espada sin filo.
A ratos están empedradas de sarcásticas palabras y de fórmulas matemáticas para explicar los besos obedientes y famélicos.
En cada una de las estaciones del año se encuentran enfermas de pulmonía ambiental y ozono en las alcantarillas.
Las calles de mi ciudad sanan cada día bajo los pasos rápidos de los operarios de la monotonía al ritmo tecnodigitoanalogicosuburbanobotellónico de un grupo con video clip en You tube.
Anotan en sus aceras, personales cuadernos y diarias historias, y curan sus heridas con tazas de chocolate del Perú y arroz con leche y canela del Nuevo Mundo.
Las calles de mi ciudad hace mucho tiempo que no se asoman al río para no mirarse en el espejo opaco de sus aguas tristes.
Místicas y practicantes meditan en la soledad de la noche cuando las conciencias dejan que pase el viento de la nostalgia con su rebaño de nubes trashumantes y modernos aviones con jet lag.
Se reconocen en los minutos anteriores al comienzo de los partidos de la liga de fútbol los domingos de cánticos multicolores y rivalidad de ilusiones desafinadas.
Muestran cicatrices literarias infringidas en las pequeñas batallas de la desventura y el hambre de la opulencia.
Las calles de la ciudad donde vivo tienen la luz de los ojos sonrientes de mi amada y así es y hoy aquí estoy, mas, allá donde me lleven mis pasos encontraré mi ciudad.
Comentarios
Los pájaros parecen despistados y las aceras se muestran inclementes y tristes.
Cuesta a veces vivir en ellas.
Menos mal que de vez en cuando aparecen los ojos sonrientes de la gente que queremos.
Un abrazo.
Salud.
Y además: ¡Salvemos el Henares!
El versículo final es el mejor.