A Ybris, Paquita y Merce. Dejo mis palabras desnudas y enteras, escasas –ya sabes- pero necesarias, intensas y breves, básicas, primarias, cortas en su origen aunque verdaderas. Rendidas y humildes, sencillas, certeras, profundas, sentidas y un tanto incendiarias, abiertas, capaces, menudas, gregarias, serenas, amargas, también compañeras. Tímidas, afables, tiernas y suaves, templadas, a ratos ásperas y duras, flexibles, violentas, amables, maduras, cándidas, honestas, muchas veces graves. Integras, tramposas, inexpertas naves en mares de tinta, tormentas oscuras, libres, licenciosas, torpes y seguras. Al tiempo cerrojos que en espacios llaves. Íntimas, secretas, caseras, lineales, estables, volubles, nerviosas e inquietas, frívolas y añejas, firmes, indiscretas. Algo conceptistas y más naturales. Rígidas y exactas, rudas, guturales, sobrias, disolutas, ebrias cuchufletas, grises, luminosas, justas, incompletas. Ora enaltecidas, pro nobis triviales. Pomposas y adustas, secas, petulante...