Cuatro sonetos


Acabo y me levanto de la cama
que escribo entre el calor y la pereza
y acaba con dolores de cabeza
aquel a quien mi verso le da fama.

Escribo con locura y con destreza
que tengo como ves algo de oficio
y aclaro, ya se nota, mucho vicio
que no deja que pare tu extrañeza.

Querencia que adquirí con beneficio
mas nada de lo dicho es trascendente
si acaso muy banal e inconveniente
que no levantará un solo edificio.

Mi verso es de betún alcanforado
que aroma mis mañanas de pecado.


Mi verso no protesta ni se enfría
ni calla cuando apenas está dicho
es único y constante por capricho
y no pretende ser buena poesía.

Es sabes como dices algo bicho
y torpe cual ninguno y decadente
lo llamas si apeteces conveniente
el verso en las entrañas contradicho.

Mi verso es de una rima persistente
que no dice de nada y no se engríe
ni quiere aparecer muy consistente.

Acaso si improviso se me ríe
el público en la sala que asistente
hará que alguna estrofa se deslíe.

Mi verso es el bufón de los cordiales
del íntimo agujero de lo urbano
que sale a pasearse tan temprano
en párrafos de oscuros ventanales.

Mi verso es surrealista y cotidiano
escrito en modernismos digitales
a máquina y espacios virtuales
quedando asequibles a mi mano.

Mi verso está vacío de promesas
y es solo momentáneo y sin premisas
no tiene sobresaltos ni sorpresas.

Mi verso nunca invierte otras divisas
tan solo en matemáticas y gruesas
patrañas y maniáticas sonrisas.


Escribo porque soy antagonista
de propios y de extraños mensajeros
que dicen ser del verso verdaderos
bastiones en fisión oscurantista.

Mi verbo es porcelana de florista
con una diferencia de someros
asuntos que se antojan pasajeros
y un poco del asfalto en la autopista.

Mis rimas son absurdas, monocromas,
que pintan las paredes y los muros
y gastan espirales de genomas.

Mis letras no se pagan en seguros,
sostienen menos puntas y más comas
que saben de lugares algo oscuros.



Enrique Sabaté. 19 de febrero de 2015.

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