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Mostrando entradas de febrero, 2014

Los filósofos y el memo.

La hierática justicia diz que se nos muestra ciega más ve y con nosotros juega y al de siempre beneficia. Quien la ley hace la astucia en su favor se prepara y con la trampa dispara el popular descontento después llegará el lamento que cuando empieza no para. Especulaba Simplicio sus postulados a voces maltratando con atroces gritos a los de su oficio. -Disculpe electo patricio, dijo en tono paternal un filósofo rival, le creo si usted lo dice mas ni afirma ni desdice ni escapa de lo normal Zenón. -Ni Aquiles ni la tortuga llegan a alcanzar la meta. -¡Eso es hacer la puñeta! -¡Ese es el punto de fuga! -Quien duerme poco madruga. -Paradójico. -Lo sé. -Existe aun si no se ve. -Será, pienso, indigestión tantas vueltas a Zenón... si yo anoche no cené. A la décima le tengo como al vino devoción y a pesar de la pasión de ambos dos camino rengo. yo que no soy de abolengo ni tengo de l¡terato sino las mañas del ga
He de preguntarme ¿dónde la belleza? ¿dónde lo perfecto si no es desvarío? sé que no la encuentro que busco en baldío y es tan aburrido que me da pereza. Podría asombrarme la luz del estío o el pálido halo plomizo de invierno en la iridiscencia de un cosmos eterno y en las hojas secas que naufraga el río. Si allá donde miro el mundo es infierno y la sangre escuece de moscas y ruinas hay nuevos esclavos muriendo en las minas y seca la tierra su vientre materno. Del gracioso vuelo de las golondrinas en nidos graciosos de amantes aleros y en el trino amable y rural de jilgueros las manos cansadas de las campesinas. Y allá donde miro veo prisioneros cadenas que atan y hierros que hieren, hombres y mujeres y niños que mueren y ocupan segundos en los noticieros. No quiero hermosuras que a mis ojos dieren falsas esperanzas ni engaños febriles cuando hay tantas guerras donde sufren miles Y unos pocos ganan que eso es lo que quieren. Yo tan solo puedo apagar los candiles Y cerrar mis ojos y hac
La soledad  tiene nombre de persona, de tributo que se paga en contenidos si acogimos por derecho los pasajes que tasamos como nuestros,  y de frente nos derrama una  zozobra que no avisa, aherrojada  en suaves círculos de ausencia de ella misma,  por capricho, fatigada en nuestra carne rendida   y  displicente por la espera  que  reside en el silencio, nada dicta,   se  comprime y contamina cuando  hiere sin cansarse y te tritura en sus manos de alquitrán y explicaciones. Estremece en sus  tormentos.  Los supone y  te quiebra a voluntad  sin tu permiso. La soledad  tiene nombre de avenida, de huellas que  aún se callan y se niegan por encima,  en un descuido que resbala del  momento más perenne y repetido al hilo de las crónicas reincidentes, en un reloj de arena y autonomía calado de pasión  y  comentarios. Estipendio de las cuentas obstinadas. Clausura los extremos aturdidos en barras de jabón y humo de incienso a la e