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Mostrando entradas de diciembre, 2010

Urbanitas.

Maricracia se casó con Florentino Pazguato, los dos sin ningún recato a nada dicen que no, la madre que los parió si saldrían puñeteros, devoradores y  fieros. -¿¡Dibujan su piel con mapas!? -Y se sujetan con grapas los párpados lisonjeros. Me gusta la purpurina tanto como el azabache y el rojo de un cielo apache de Gran Vía a Concha Espina, la pared es la oficina del rabioso mensajero, neo-orate callejero, garrapata de ciudad consciente de la maldad que esconden sus agujeros. Urbanítica babel, palimpsesto que a hurtadillas saca de nuestras costillas las tarjetas de su hiel, en el asfalto su miel predica daños a escote, su risa bajo el bigote eléctrico nos desvía y la odio, pero es mía aunque me pela el cogote.

Construcción dubitativa.

La vista sobre el tapete de los pasos inconclusos al huerto de los ilusos, y el acaso se entremete soplandole al cubilete: un ful de reinas y jotas con las zapatillas rotas danzando un viejo claqué; es la respuesta al porqué de las preguntas idiotas. Incline una línea recta sobre un plano helicoidal, trace luego en vertical sus vectores en abyecta transición, así proyecta en designadas parcelas, infinitas paralelas que no aciertan a acercarse con tendencia a equivocarse si construyen pasarelas.

Retórica inconsecuente

Sin decir esto ni nada, ni comprometer activos cuando en tiempos recesivos la luz se deja apagada. Con esa lengua afilada que no afirma, que no niega, que al engaño nos la juega, si te danzan las serpientes exclamas que mucho sientes ser un mandarín de pega. Habrase visto impaciencia, andar rastreando estrellas en hojas de te, sin huellas, sólo por las apariencias de modelos sin conciencia de ser figuras de cera que se funden en la esfera cósmica de las distancias agresivas, en su estancia infinita sin espera. Más y más y menos  menos, mucho y poco sin medida, todo y nada, repetida cada acción nos deja llenos de algunos dad y otros denos, bastantes ninguno fía según lo que pretendía el total de la reunión que derive la cuestión sobre lo que quién querría.

Una nueva entrada. Con mis mejores deseos. Feliz Navidad, Feliz Vida.

Una nueva entrada por una salida, cuatro o cinco botes por siete zapatos con las suelas rotas y tus garabatos, diez piedras redondas por media medida de lluvia de estrellas en tu bienvenida. Yo tan sólo traigo turrón de guirlache, ocho o nueve jotas, la ele y la hache, El Sol en segunda y en prima la Luna una nana en ronda, esta es mi fortuna. Trueco con vosotros estos cachivaches.

Yo también soy gris. No poeta.

Legión de poetas grises tras una palabra hermosa, y la musa, perezosa, en un concurso de misses. Si la encuentras. ¡Qué me avises! ¿Dónde la rima encantada? ¿Orfeo y su bien amada? No encuentro su lira en mí, dicen que está por ahí pero yo no he visto nada.

Servidumbre de paso.

Nada más para decirte que las calles fermentaron sus orgasmos de cerveza barata, y en sus aullidos impertinentes y faltos de futuro nos hirieron. Tanto cartón es molesto desafía a la mirada, de ciudadanos prosaicos, este paisaje de grifos desvalidos, y feroces fracasos desalentados. Envuelta su pringue en tela de pobreza y basurero no importan ni aun así mismos, y son cada día más, ejército de patriotas del hambre y de los andrajos. Exequias de la virtud de una penuria aseada, insumisa y conveniente. Sienta al pudiente a un menú de remiendos aliñados con vinagre de rapiña. ¿Qué más quieres que te cuente? La espera sin perspectiva en paisajes de ignorancia y un vacío ultramontano en la piel, sobre la arteria del chisme y el desacuerdo. Los espectros conocidos, libérrimos de indigencia, de vino canalla y malo, vendimiado en chapopote de abominables enredos en una industria obstinada. Residentes discorda

Adiós Enrique Morente.

Imagen
Llora su pena Granada, viste luto el Albaicín, su voz de llanto y serrín se hiela y canta a la nada de su dolor, coagulada como un cristal, de repente, sin aviso, contundente. Destila un triste licor amargo de sinsabor. ¡Adiós Enrique Morente! 

De seres civilizados.

Pienso en un sol de justicia bajo la nieve de invierno pero en Agosto que infierno arde, Plutón. En mi ardicia, hielo de enero es codicia. El parte meteorólogico, en mi árbol genealógico, fue más bien resignación, hoy es toda una cuestión de estado. ¿Resulta lógico?

Perpeljidad arácnida. Décima blanca.

Una araña en el bolsillo revisa mis martingalas, teje -absurda jerigonza- un tapiz que se pixela y me tiene entretenido, su caótico lenguaje críptico, su recurrencia al absoluto sin límite escapa a mi comprensión y no disipa mis nubes.