Vienes vestida de luna con ribetes de cereza, de abedul es tu corteza, eres el mar y la duna, tu mudable fortaleza esfera de tu fortuna. Llevas el candil de luto cuando toda tú eres luz, y madera de abenuz que no pagase tributo, no será nunca una cruz para mi cero absoluto. Fiebre sobre la almohada, altiva temperatura que, todos los males, cura. El filo de tu mirada es ardiente diablura íntimamente estimada. Nada descubre el lenguaje en pacatas convenciones, arcaicas obligaciones de enmarañado ramaje, garantes comprobaciones: no pasa de ser follaje. Cada oración eres tú: Dogma sin credo ni culto, austeridad en tumulto, arrebato de ambigú. Para mi condena, indulto, desenredado tabú. Severidad, sin remedio, me mata tu indiferencia. Mi hiperbólica insistencia sólo te produce tedio. En tu roja incandescencia sigue mi luna al asedio. Las torres viejas, linternas, agujas del escenario, -Armazón patibulario- Son fantasías eternas de este loco atrabiliario que tú sola desgobiernas.
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