Presuntuoso

En la extrañeza de una tarde, sobre sí aquello era posible o no lo era, si a cada paso otro más veloz se iba superponiendo, como en una vieja fotografía con lo bordes dentados. Todo y nada, las pequeñas y las grandes pesadillas arrancadas del árbol de los frutos indiferentes. Una atolondrada mirada iba cediendo al tedio de no encontrar un sentido a la insignificancia. Quise ser martillo de nuevo, y me rompí como una figurilla de vidrio, como un vaso mojado de vino y circunstancias. Lo que iba sucediendo era sólo reflejo de mi mismo, una procesión en andas por los sueños de lo inoportuno. Creí que tender la mano era encontrar y nada me asía, tan sólo el cerebro pinchándome una y otra vez. Se escurría por mi garganta un sabor ocre y ceniciento, como falto de besos y manos amigas. Pero la verdad es que nunca las hay, al menos las que tu pensabas, luego llegan otras que amargan como las nueces cuando están verdes, como el soplo de un enojo sin causa alguna. Todo gira alrededor de uno mismo. Cuando a veces quieres ser una avispa molesta y circunstante. En una cocina o alrededor de un trozo de carne en conserva. Un gato que absorviera los últimos gozos cálidos en el motor de un coche camino del desguace.
A ratos te preguntas: ¿hay un alma? ¿y si la tengo alguien querría participaciones de ella? me respondo con la misma asertación de todos los días. Qué más da. ¿Importa?. ¿Es relevante?. ¿Eres feliz?. Te sobrellevas. Quizá ni eso. O hasta puedes ser como uno de tantos tontos pagados de sí mismos, de los que llevan la cartera llena de cohechos y el corazón vacío de sentimientos. Sometidos. Recargados. Filamentos de urbana idiotez. Rencorosos y circunspectos. Sabihondos y resentidos. Triunfadores sin remedio. Abotargados por el ser de la avaricia. ¿ Y tú? ¿cuál es la pretensión que te mueve? ¿no quieres a tu vez lanzar flechas que agujereen la piel y dañen hasta la más absoluta de las fibras sensibles de las personas?. No tienes respuestas. Tampoco tienes preguntas que me interesen. Acaba de una vez por todas y olvídate de ser poeta. Le das demasiada importancia a lo que no la tiene. Te aburre, -dices-, lo que de ti piensen los demás y sin embargo esperas su aplauso y su comprensión. Trabajas de luna a luna con la intención de verte aupado en las corrientes ascendentes. En las térmicas de la popularidad. Aborreces,
-afirmas,- de tantos correligionarios de la fama y el monedero, y tú, -sí-, tú, quieres verte aupado en la misma carroza de las vanaglorias al precio que te marquen. Sé que eres de fácil verborrea y dirás sin encontrar palabras lo primero que se te pase por la mente, luego te irás compadeciendo de ti mismo. Buscarás el brillo de los cristales sin valor. Sólo por facilitar el pago de la deuda que contigo mismo mantienes. Y sin embargo no harás nada por cambiar. Maldecirás, es posible hacerlo, odiarás, es tan consecuente con tu forma de ser y de sentir, pero a la vez te afirmarás como bueno, recién salido de la horma de los pacientes y nobles. Pero quiero que sepas que no eres más que cuero chamuscado. Orín que carcome la raíz del árbol. Me pedirás una y otra vez que te cuente historias imposibles, extraídas de las cuerdas expuestas a todos los vientos del secarral, y no serás capaz de verte a ti mismo en la confusión, en el vacío amargo y desatinado de tus palabras. Preguntarás: ¿qué mal os hice?. Conoces la respuesta. Déjame en paz.

Comentarios

ybris ha dicho que…
Formidable escrito, Kike.
Todos nos sentimos así en cierto modo.
Luchamos desde lo que somos por lo que queremos ser y descubrimos que no llegamos ni a ser siquiera fidedignos.
Nunca nos dejaremos en paz, sin embargo.
Esa es nuestra posible grandeza.
No nuestra presunción.

Un abrazo.
Enrique Sabaté ha dicho que…
No somos lo que pretendemos ser. Al menos así me pasa. Aquí estaba bastante resentido conmigo mismo y el mundo entero.

Un abrazo.

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