Décimas, sonetos, redondillas.

Después de tantas lecturas
me dio como al caballero
se me averió el testero
hecho de locas figuras.
Palabras y travesuras
fugaces, precipitadas,
rítmicas y atolondradas
con poco tino y dolosas
¿Sabes si el licor de rosas
es de gentes delicadas?



A la quinta en decimal
en tono superlativo
para decir que estoy vivo
por mi parte de animal.
El lado más terrenal
de mi predicado ambiente.
En la isla y continente
de mi poquedad golosa
¿Hoy seré una mariposa?
¿ O un naufragio sin edad?


Veremos a la cuarta si es que vuelve
la musa con su número a guiarme
y quiere bajo un manto cobijarme
o al cabo en su parnaso se revuelve.
Sabremos si es que el numen no me absuelve
y acabo de una vez por controlarme
tornando como sea por callarme
que todo en el silencio se resuelve.
Así es bastante tosco el resultado
que ya diviso el sol por mi ventana
y llevo media hora levantado.
Tampoco dormí mucho ni hice gana
que soy de poco sueño y apretado
ya viene a levantarme la mañana.



Tan solo unas estrofas con ribetes
cosidos con dolor y loca prisa
que tienen un remiendo en la camisa
y un roto sin costuras ni marbetes.
Apenas son palabras en paquetes
que vienen a burlarse de la risa
tirando de las mangas y la sisa
seguidas de un sinfín de remoquetes.
No tienen la presencia ni las galas
que observo en cristaleras con boato
ni quieren parecer lo que no han sido.
Ya saben como son, buenas y malas,
como una refracción sin aparato
con ganas de ser poco, así han venido.




Ahora que volar es imposible
no tengo si no acceso a mi manía
que cuenta con los dedos cada día
en una procesión de lo inservible.
Apuro el desencanto comestible
tras muros de automática agonía
sin otra competencia que la mía
y el rayo que me parte y es terrible.
Me puede la inclemente y turbia ausencia
de rostros y de abrazos necesarios
y espero libertad con diligencia.
No acabo de encajar los solitarios
ni puedo hacer creíble esta ponencia
de un quiero y nunca debo a mis calvarios.




Dejé de ser poeta clandestino
las noches de presente innominado
volvió el aliento, frío, atropellado
a las marcas raquíticas del vino.
Tardé en darme cuenta y sobrevino
atento a mi ceguera de atildado
el mismo Marte que me tuvo atado
al burdo y malicioso ardid divino.
Dejé en algún lugar la resistencia
y no quise saber que me encontraba
al borde del abismo y sin conciencia.
No tengo la medida y se me acaba
en medio de la duda la paciencia
y olvido que la herida de hoy se agrava.



Es esto de la nación
para las preclaras mentes
que puesto en antecedentes
sustos los hay a montón.
De un lado los insurgentes
que gritan sus decepciones
por el otro los poltrones
y sus derechos habientes.
Naciendo nuevas naciones
surgen causas y disputas
que si la plata y sus rutas,
¿quién tiene aquí más riñones?.
El mercado de las frutas,
el color de las banderas
en el escudo palmeras,
soles, cañones o grutas.
Disquisiciones punteras
en lo más fundamental,
el himno lo natural,
¿el mando? ¡cuál no supieras!.
Quien manda siempre al final
es el pueblo soberano
del quien tiene más a mano
el dueño del capital.
Libre solo es el fulano
que maneja la divisa
y esto que yo escribo aprisa,
no ofenda, es verdad hermano.







Enrique Sabaté. 20 de febrero de 2015.

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