Carnaval Veneciano.




I

La Serenísima.

Venecia, La Serenísima,
de palacios imponentes,
amores vas enlazando
en dádivas y mercedes;
por la noche los secretos,
a la luz del sol, burgueses.
¿Y quién hablará de aquellos
de oscuros atardeceres?
Los celajes disfrazados
de prisa y máscara alegre
que ocultan su decadencia
tras un trampantojo célebre,
el regocijo en los ojos,
de una malicia solemne,
disimulando su astucia
en artificiosas mieles
de estratagemas sutiles
cuando tendidas sus redes,
etéreas y caprichosas,
hacen del amor juguete,
pieza lírica en allegro
de corazones rebeldes,
heridos en carnaval
por ligeras embriagueces
que en cada paso del baile
desplazan trágicos ejes
desde una pasión sublime
al beso impúdico, inermes,
y en torbellino de celos
desembocan en la muerte.


II

Carnaval.

La sinfonía de invierno
pinta los muros de escarcha
y visten pueblo y regencia
satén y raso en sus galas.
Es martes de Carnaval,
fiesta lujosa y dorada,
el Mediterráneo guía
en sus olas verde y plata,
en los gondoleros rojo
y blanco, en tus calles agua.
Un latido en el ambiente
como de pólvora gasta,
ora belleza en los cuerpo
ora malicia en las almas
pero de todos exige
pasión, risas y palabras.
El amor en su vitrina
hacia él todo lo arrastra,
a los humildes empuja
y al poderoso avasalla;
en sí mismo se alimenta
bajo disfraces y máscaras
en un reguero de voces
que excitan jolgorio y llamas,
ardientes besos que avivan
quebranto, despojo y lágrimas,
cuando las últimas luces
de la tarde, en noche aciaga,
van envolviendo a los seres
y acerca de nuevo el alba
del miércoles de ceniza,
hace recuento la Parca
del llanto de los mortales
y la sangre derramada.

III

Epílogo.

III

Viento y furia venecianos,
pasadas carnestolendas,
mientras se aviene la Pascua
da comienzo la cuaresma;
condensados  los caminos
a equívocos y pendencias
de aquellos padecimientos
visten lutos y tristezas;
del humano siempre fueron
tras la desazón, vergüenza
y de la carne inmolada
sepelios y lunas negras.
¿Quién participó en traiciones?
¿Pedrolino que en la tierra
queda sepultado hoy
 por mor de Polichinela
que muerto fuera a sus manos
y causa de su sentencia?
La aflicción de Colombina
es la más terrible y cierta
sola, mustia y penitente
con la risa por de afuera.
¿Qué pecado ha sido el suyo?
¿Al amor abrir la puerta?
Pobre del pobre mortal
al que arrolla con sus fuerzas.
Nadie se atreva a hacer juicio
ni apetezca de respuestas;
de su abandono y  caída  

doliente tan solo es ella.

Enrique Sabaté.

 18 de Febrero de 2015.

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